La experiencia como valor para un diseño con sentido

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08/24/2025
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La palabra “experiencia” siempre aparece con un cierto aire de pesadez. En muchos encargos lo que se reclama es justo lo contrario: “joven”, “nuevo”, “fresco”. Parece que lo sólido estorba. Sin embargo, en diseño gráfico, lo que se pone a prueba día tras día no es la ocurrencia puntual, sino la capacidad de sostener un método.

La experiencia no es una medalla que uno se cuelga para recordar los años de oficio, sino un valor operativo. Es lo que permite convertir una idea en un sistema, y un sistema en resultados que resisten el paso del tiempo. Las tendencias caducan, las identidades —si están construidas con método— perduran. Es preferible un diseño que se entienda, se use y se replique sin sobresaltos, a uno que deslumbre solo durante un trimestre.

La experiencia del diseñador se nota, sobre todo, cuando sabe no complicar. Reducir variables, fijar jerarquías, dar orden a los espacios en blancos. Esto se traduce en menos iteraciones, menos correos con dudas sobre dónde colocar el logo, menos tiempo perdido. Lo funcional, en el fondo, es eficiencia disfrazada de claridad.

Un buen diseño es siempre un sistema de reglas, no un resultado aislado. Aquí es donde la experiencia marca un salto cualitativo: el senior no entrega un logotipo, entrega un kit de tokens, rejillas y patrones que permiten a un equipo mantener consistencia sin pedir auxilio cada dos por tres. Los manuales no están para ser guardados y olvidados en cajones. La experiencia enseña que un sistema se mide por su adopción: si el equipo puede usarlo sin mí, está vivo. Si no, es dependencia.

Diseñamos para públicos concretos, en contextos culturales concretos. La experiencia no es solo saber qué color imprime mejor, sino detectar qué emoción conviene priorizar: confianza en un sector regulado, curiosidad en un producto de consumo, calma en una institución pública. Esa sensibilidad la dan los años de oficio y la exposición a casos diversos. Y no hablamos de sentimentalismo, sino de un vínculo medible en recuerdo asistido, preferencia de marca o satisfacción de uso.

Claro que también está la experiencia mal entendida que puede convertirse en rutina, y la rutina en marcas grises. Pero ahí está la diferencia: el junior rompe la rejilla por accidente; el senior la rompe con criterio. La experiencia no significa repetir, significa elegir con fundamento.

La tensión entre lo que se considera “fresco” y lo que se considera “sólido” revela un dilema más profundo: la gobernanza frente a la espontaneidad. En muchos proyectos se privilegia lo intuitivo, como si la creatividad necesitara libertad absoluta para prosperar. Pero la experiencia demuestra que, sin un marco de reglas claras, la frescura se convierte rápidamente en ruido.

Un sistema de identidad que se apoya únicamente en impulsos azarosos genera versiones contradictorias, colores inconsistentes y aplicaciones que se improvisan según la ocasión. Lo que parece libertad termina siendo fragilidad. La gobernanza, en cambio, no sofoca la creatividad: la canaliza.

Contar con tokens definidos, manuales operativos y patrones reproducibles no significa burocracia, significa que el azar deja de gobernar. La coherencia no se logra por acumulación de intuiciones, sino por un marco de gobierno que permite que cada intervención creativa se sume al conjunto sin deshacerlo. En ese sentido, la experiencia no elimina lo espontáneo: lo subordina a un orden mayor, asegurando que el diseño se sostenga en el tiempo.

No es que la frescura no importe, es que sin estructura se deshace. La experiencia, en este sentido, no compite con la novedad, sino que la pone a trabajar. Prefiero pensar el diseño como un calendario completo antes que como una primavera pasajera. El método no le quita personalidad a una marca: la concentra, la hace legible y repetible.

En definitiva, lo que propongo a cualquiera es que pida sistemas, no solo diseños. Preguntar por las plantillas, por la adopción real, por los indicadores de consistencia. Un método bien armado devuelve tiempo al equipo y confianza al público. Y la experiencia, lejos de ser un adorno, es la que permite que todo esto funcione sin drama.

La experiencia en diseño gráfico no es una antigüedad. Es un valor para diseñar con sentido.

Cada proyecto nace de un proceso colaborativo, en el que trabajamos de forma dinámica junto a nuestros clientes. Ya se trate de pequeñas, medianas o grandes empresas, buscamos siempre una relación fluida que nos permita desarrollar tanto proyectos emergentes como de alcance global.

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